Fernando Delgadillo "Donde El Que Sabe Esconde" |
El belitre se adornaba, pero a mi no me enga�aba cuando as� acab� su canto. Observ� que no contaba mucho, porque terminaba misteriosamente cuando iba a decir qu� sab�a y por evitar ser m�s largo, cerraba la letan�a. -Otra vez dijo que sabe, pero no ha dicho que cosa es lo que sabe y que es tan largo que no cabe en tanta prosa. -Dije citando orgulloso, con voz alta y bien templada, mi cr�tica elaborada a ese saber tan dudoso. Y el rufi�n me estuvo viendo desde distintas posturas siempre contra la pared; se me acerc� cauteloso y exclam�: -�Otra vez usted! Pens� que me conoc�a y para salir del apuro dije desconfiadamente: -Vaya... no est� tan seguro. �l me mir� de reojo y se acerc� murmurando, como el que recuerda un rostro mientras va refunfu�ando. -Cara angosta, nariz larga, el mismo, no cabe duda. �C�mo dijo lo que dijo que entre la gente se escuda?-, pregunt� y yo repet�... -Qu� otra vez dice que sabe, pero no ha dicho que es lo que sabe, y que es tan largo que no cupo en cierta prosa. Digo, y para que me escuche a modo de comentario, criticando diestramente, su saber... innecesario. El granuja peg� un brinco al recibir mi estocada, m�s luego puso el semblante de a quien no le asusta nada y dijo distra�damente... -Ya escuch� su comentario tonto, pero insatisfecho; le aclarar� algunas cosas para su bien y provecho. Como piense que el saber se encierra en una tonada, deja la clara impresi�n de que no ha entendido nada; no entiende lo que le dicen y a�n quiere que digan m�s. Al mirar su absurdo caso me permite recordar el cuento de la oreja chica que junto a la oreja larga nunca aprecia lo que escucha, por llorar lo que le falta. Pero no se desanime, s� de una forma segura en que aprenda de mi ciencia su necia cabeza dura. Oigan el cuento que empieza y que escuchen con atenci�n las j�venes casaderas... A una fiesta asist� yo, donde el novio de la novia, quiero decir, el marido de la novia desposada, era el hijo de un t�o m�o de piel azul, ni m�s, ni menos. El t�o ten�a un castillito que hered� de unos abuelos que murieron hace mucho, cuando �l era principito. Pero volviendo a la fiesta, quiero decir que invitado no asist�, por verg�enza e hidalgu�a. De tal suerte, me vest� de malandr�n, por bailar, confundido con la plebe, poco m�s de cuatro d�as que se hubo de festejar. Y de este modo el sinverg�enza, recobrando la guitarra, cant� la canci�n m�s necia que ha escuchado aquel que aprecia la m�sica acompa�ada. Y que con adem�n gentil le dedic� a las doncellas, �S�!, Las bodas de Erefil, para que aprendieran de ellas. Lyric from www.lyricmania.com |